domingo, 27 de diciembre de 2009

Literatura y sociología: los juegos de la realidad

Aparentar darle rigor científico a la Sociología parece ser una tarea un tanto onírica para un objeto de estudio tan cambiante, para un ente material que sobrevive de subjetividades y representaciones que sus propios integrantes le damos. En el poco tiempo que estudio Sociología he entendido, y percatado, que esta “ciencia” es interesante por la compleja y divertida variabilidad de sus elementos: Grandes teorías que intentan explicarla, pero a la vez nuevas herramientas que intentan descifrar miradas y significaciones, lejos del campo riguroso de la ciencia y con más aproximación hacia donde lo personal e individual, a fin de encontrar puntos de vistas que nos ayuden a entender qué es la sociedad. Ambas miradas son importantes para la Sociología.


La vida cotidiana se muestra como un gran líquido vital para explicar esto último; muchos cientificistas sociales, como Simmel, Goffman y demás, le han dado la importancia que se debe a la cotidianidad y a sus manifestaciones, mostrándonos una micro-sociología más que interesante y que mostró muchos caminos por los cuales debemos indagar… Pero, ¿son el único objeto de estudio para entender la realidad y sus prácticas? La música, como manifestación de la sociedad y en la cual se expresan representaciones y miradas, ha enarbolado una nueva manera de analizar las prácticas en la realidad social a través de sus letras y, mucho otros, desde el sonido. Sin embargo, enriquecer el material de estudio de la Sociología es algo que debería ser materia interesante para todos.

Me he topado con diversos estudios desde la Literatura (novelas y cuentos) donde se explica este nuevo escenario (en aquel tiempo, hablo de la época del 50) y de nuevos personajes que, al manifestarse en los relatos, era fiel reflejo de lo que sucedía en la época: La migraciones desde la sierra y su asentamiento en la capital. Los estudios de literatura como tal muestra como la novelas han ido evolucionando en temas, en escenarios, en representaciones de arquetipos y personajes, temas recurrentes; pero nunca pude encontrar algún análisis sociológico significativo. Algunos intentos sí, pero alejados de nuestro rigor sociológico.

Estudios a partir de la Literatura como representación de lo que ocurre en la realidad se pueden entender en estudios como el de Yolanda Westphalen(1) con la novela de Mario Vargas Llosa, Conversación en la Catedral, donde busca relacionar las miradas políticas de Zavalita y esa Lima como escenario con la actual; o la interesante tesis de Patricia Ruiz Bravo(2) y su análisis de las masculinidades en los jóvenes limeños a partir del estudio a dos novelas de autores jóvenes: Jaime Bayly y su No se lo digas a nadie; y Óscar Malca con Al final de la calle. Se denota la búsqueda incesante de reproducciones de la ciudad, no solo de la vida cotidiana, sino también de otras manifestaciones como la literatura que no sólo nos muestra miradas interiores, del propio autor, sino también intersubjetividades que nos permite analizar esas “proyecciones” que realizamos con naturalidad en nuestro día a día.

Es entonces que la literatura se muestra como un instrumento útil para entender cierta realidad en determinado tiempo, observando las relaciones que se dan en la sociedad entre personajes determinados, entender cómo ellos dibujan la ciudad a partir de su forma de vivirla y lucharla, cómo se construye la contexto social, cultural y político donde los personajes vagarán en sus aventuras ficticias y compararla con la realidad en la que fue escrita, y encontrar similitudes para estar en la capacidad de hacer un estudio que esté en los parámetros obligatorios de la Sociología.

La literatura peruana se muestra como una representación rica de la sociedad, eso nos lo enseñó José María Arguedas y Ciro Alegría al plasmar y hacernos conocer las vivencias de la sierra, aun bajo influencia colonial, combinadas con historias agradables y apacibles (que quedan en la investigación literaria y en la práctica de un lector ávido) en el cual podemos coger elementos de su composición social y de sus práctica cotidianas que nos permite un análisis. La literatura desde la ciudad y la capital nos brinda nos mismos elementos: Julio Ramón Ribeyro y sus cuentos u Osvaldo Reynoso y sus novelas desde una Lima cada vez más cercana a lo que es ahora.

El reto es darle cabida a la literatura desde una perspectiva sociológica que nos permita tener más elementos disponibles para el estudio completo y siempre interesante de esta realidad, de nuestro Perú, que bajo los escritos, novelas y cuentos, se muestra como un juego inmenso y presto a ser resuelto.
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(1) Westphalen, Yolanda. La mirada de Zavalita hoy: ¿en qué momento de jodió el Perú? – Ensayo publicado en Estudios culturales: discursos, poderes y pulsiones / Ed. Santiago López Maguiña (y otros) (2001) Lima - Perú
 
(2) Ruiz Bravo, Patricia, (2001) Sub-versiones masculinas. Imágenes de los varones en la narrativa joven. Lima: Centro de estudios de la Mujer Peruana Flora Tristán.

sábado, 12 de diciembre de 2009

Vivencias de la vida posmoderna

Los días son demasiado pesados. Confluyen miles de deberes, cientos de acuerdos, decenas de convenciones que nos mantienen en una línea que debemos seguir con parsimonia, ese devenir cotidiano que nos atrapa y nos sumerge en la red social, sin quererlo. Son esos momentos libres y personales, casi intransferibles, donde uno le saca aprovecho al tiempo cruel para realizar labores de importancia. Tareas que, por el trabajo y/o la universidad, deben ser cumplidas con presteza: estudiar para un examen, preparar un informe para el trabajo, etcétera. El tiempo parece ahora ser un cronómetro de largo aliento, especial para carreras maratónicas, para batir siempre el record anterior. Siempre hay que vencerlo.


Debemos de cumplir con lo prioritario de nuestro itinerario, pues si no es ahora no es nunca en este tiempo cruel que no para. Acabar con todo en la lista es reconfortante; claro que lo es, ahora podemos darle importancia a otras prácticas indispensables en este nuevo escenario donde nos desenvolvemos con presteza tecnológica y casi onírica. Actividades indispensable y necesarias, pero cotidianas y relajante (en la mayoría de los momentos). Antes de descansar del ajetreo del día para comenzar otros, me es indispensable revisar el correo y el chat.

Esta práctica es reciente desde que tengo poco tiempo libre para disfrutar. Salgo de casa temprano y regreso bien entrada la noche, desde la universidad a casa. A eso de las 10:45 de la noche sólo me queda tiempo para comer algo, ver un poco de TV, y entrar a la PC. Sin quererlo me he dado cuenta que la PC, esa puerta mágica que me conduce a la dimensión virtual, se ha convertido en parte indispensable de mi día a día.

La máquina se demora en prender. Si intento algo se cuelga y demoraría más funcionar con la regularidad deseada. Me siento un poco desesperado viendo la máquina sufrir por prenderse y cuento los minutos que pierdo: es demasiado lenta para este mundo donde los segundos valen un e-mail, la aparición de un contacto en el Messenger o el comentario de alguna foto en el Facebook.

Fueron casi 10 minutos de espera (cuando en realidad una buena máquina lo haría en dos minutos). Ingreso mi correo electrónico y mi contraseña en el Messenger. Carga y carga (demasiado, me hace perder unos minutos más de tiempo preciado). Por fin se carga a plenitud: veo correos disfrazados por nicks (seudónimos o frases a libre elección de usuario), por fotos o imágenes preferidas, letras en colores que me ayudan a descubrir, gracias a estos símbolos que caracterizan a ciertos individuos, a compañeros de universidad o antiguos amigos. Luego, los primeros saludos, me dan la bienvenida a este medio virtual de comunicación.

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Son las nuevas vivencias que nos depara esta sociedad posmoderna. Beatriz Sarlo en una serie de ensayos recopilados bajo el nombre de Escenas de la vida posmoderna, nos proclama que el mercado audiovisual ha sucumbido antiguos paradigmas de símbolos y significaciones culturales; fusionándose con el mercado creciente, y aceptando elementos que construye a los nuevos tiempos, como es el arte y la cultura popular, dando vestigios de una nueva identidad posmoderna.

El ejemplo vivencial de los primeros párrafos trata de explicar cómo es que nos hemos estado inmiscuyendo en ciertos elementos significantes que configuran nuevos formas de desenvolvernos. El Messenger, uno de los medios de interacción con mayor uso, nos muestra las nuevas formas de relacionarnos en la posmodernidad: Ahora tenemos definida una identidad virtual construida a partir de esa ventana en la pantalla. Ciertas personas entran en determinadas horas, algunos utilizan nicks de frases o poemas que los caracterizan, otros tienen el mismo nick todo el tiempo: ya se sabe quién es al aparecer la pequeña ventana de presentación. Además, sabemos cómo estas personas se desenvuelven en sus conversaciones por el chat: qué tipo de palabras utiliza, qué tipos de abreviaturas (k, aora, sipz, amix, etcétera). Se crea un mundo paralelo en los contextos de Internet, mostramos nuevas prácticas y maneras de expresarnos.

El internet se convirtió en parte de la mass media audiovisual que está presente en la sociedad posmoderna de la que somos parte. La TV ya pasó de moda, pero igual sigue siendo un instrumento fundamental e influyente en las familias de la actualidad. Al igual que el zapping(1) del que habla la autora, el Internet se muestra como un sinfín de imágenes, sonidos, información, comunicación en una sola pantalla, en constante movimiento. Un movimiento que nos incluye y que nos hace formar parte de lo que sucede en la red. A diferencia de la TV, en la red podemos expresarnos, darle nuestro toque y sentirnos parte de toda la infinidad de información, sentir que brindamos un granito de arena. El movimiento y el borramiento, así lo llama Beatriz Sarlo, es parte de esta nueva generación de jóvenes posmodernos. Le agrego algo más: la interacción, por medio de los instrumentos electrónicos, en un primer momento con los video-games, ahora se aúna la PC y el internet como medios de interacción; no solo con la máquina y su sistema operativo, sino también con otra persona, conectada tan lejos, pero presente en la pantalla. Interacción e intervención dentro del internet.

El Supermercado fue analizado como el nuevo espacio público en el inicio de la posmodernidad. Ahora somos parte de “espacios públicos virtuales” desde que el Internet se convirtió en un servicio más democrático y accesible. Si en el supermercado se venden las marcas y nos identificamos con ellas, en el Internet las marcas virtuales que consumimos también son variadas y parte de la mass media: Facebook y Hi5 (páginas donde se colocan fotos para ser comentadas), Blogger (te permite tener tu propio espacio personalizado en la red: los archiconocidos “blogs”), Youtube (donde podemos encontrar miles de videos y colgar los propios), y, el más reconocido, Messenger (programa por el cual podemos conversar mediante la red con nuestr*s amig*s). Sin darle la mayor importancia vivimos de miles de marcas virtuales que nos significan y con las cuales construimos identidades virtuales (formas de desenvolvernos en la red, en las diversas páginas y con las personas que nos encontremos, en cada uno de estos espacios).

Cada uno de estos espacios, al sentirnos identificados con ellos en la constante práctica y uso, se manifiesta como proyecciones de nosotros. La cultura popular se ha apropiado de la red con manifestaciones y símbolos a los que solo podíamos tener acceso en el mundo real, en el contexto material. Como explica la autora, el desenvolvimiento del arte se expresa en esta nueva esfera posmoderna que es el Internet bajo todas sus representaciones posibles: parece no haber límites. Los Blogs se prestan para este caso como espacios donde miles de jóvenes interesados en el arte pueden dar a conocer sus expresiones artísticas: desde blog de cuentos, pasando por fotografía, poesía, música y demás. Se puede vivir intensa y esporádicamente la sensación de verse publicado, de ver alguna de nuestras reproducciones pegada en la pantalla y sentir que estamos aportando algo a la cultura y el arte. Ambos elementos se convierten en parte indispensables dentro de esta mass mediática, donde la cultura popular puede expresarse, darse a conocer, ser parte de todo.

El arte y la cultura se inmiscuyen en nuestro día a día. Existen diferentes maneras de manifestarse; están las de siempre, las relacionadas con la esferas excluyentes de la alta sociedad, que celebran el arte como algo privado y, por ende, solo para un cierto grupo social. No saben que el arte está presente en todo lado, inscrito en grandes carteles, en supermercados, en la TV, en millones de páginas de internet. El arte, la cultura, están desde un panóptico, nos ven a todos, a cada uno de nosotros, entremezclado con la posmodernidad que nos consume y con la cual transitamos.
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(1) El Zapping para Sarlo es el cambio veloz de canales que nos muestran miles de imágenes al cambio continuo de señal. Nos indica que la TV logró inundarnos de una variedad de elementos visuales y por ende de continuas significaciones.